17 de septiembre de 2012

Raro. Iván Ferreyra






Iván Ferreyra
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Nº02. Made in Taiwan
En la ciudad sin mar,
el amor es agua.
Mario cerraba el evento,
tiene cáncer en el cerebro me dicen,
hace un año que no toca.
Perdió un ojo y media boca,
pero no el corazón,
y Mario lo menciona mientras pide disculpas
por el fallo que nadie oyó,
nos ofrece Titanic y su Saxo,
el barco de su vuelta a la lucha.
Mario mira el mar,
a nosotros las lágrimas nos congelan la cara.
Ya en mi cabeza no suena otra cosa que un Cello
y una lluvia que no moja.
Una forma de debilidad me crece en la piel,
no se avanza arrodillado ante la tristeza,
el silencio de los que no cuidan
lastima más que un bisturí.
Me acostumbré a no joder,
como si en eso creara un manual
de instrucciones de supervivencia.
La poesía me abandonó,
me dejó en la calle,
hace días que no se banca mi dolor en el pecho,
mi tos histérica,
esa flema que reemplazó la sangre,
no tolera mi debilidad.
Me abandonó como quién lo hace
con lo que percude, resisto,
me rescato construyendo barcos
de papel glacé,
y solo soy un caballo con miedo en un salto ornamental.
La poesía me abandonó en una esquina,
está sentada al lado de la travestí
más linda del Mercado.
Mis dedos no sirven ni para señalar.



Nº68. Alone
Si Sartre viviera escucharía Snoop Dog.
Yo ví las topadoras,
volteando lo volteable y lo no volteable.
Los perros te ladran,
están acostumbrados a verme solo.
Yo ando de sobra.
Estoy desarreglado,
no desarraigado.
Al ver los árboles así,
mutilados,
te dan ganas de recrear.
Mí armadura estaba hecha de hierro celeste,
hecha de nubes fugaces,
me emborracharon con whisky
y me la sacaron,
como si la hubieran reemplazado con un muñeco.
Una bandada de flamencos rosados.
Un sabio flamenco sabe que el lugar
más seguro para vivir
es en el centro.
Ya no podré escribir.


Nº33. Petra
Si se pudiera definir la vida
de una persona en una palabra,
quizás usaría un verbo.
Los sustantivos se guardan para los seres diferentes,
no los que poseen cuatro brazos o cinco corazones,
los que trascienden a través
de las historias de los pueblos,
los que son más que un número.
Petra quedo huérfana de un padre
que nunca le hizo un asado
a los cinco años,
todavía se acuerda el momento
en que se lo comunicaron,
ahora tiene ochenta y la memoria en algunas instancias
le juega una mala pasada.
Ella se siente especial al pensar
que su vida merece ser escrita,
mientras arremanga la pava
y pregunta si va con azúcar el mate.
Su hija que lleva su nombre en el brazo la observa,
Petra se muestra agradecida
desde la sabiduría de vivir con los dientes apretados,
ni siquiera importa el punto de inflexión donde su vida cambió
según ella.
La vida es un altar lleno de ofrendas emocionales,
de estética mora, cristiana, plagado de oraciones de bienvenida,
de brazos abiertos, de parientes que levantan
el ánimo en un abrir y cerrar de ojos.
En la vida de los seres comunes
no hay monarcas ni jerarcas nazis,
solo personas que nunca están de moda,
que acompañan al lado de la cama,
que esperan con un plato de comida caliente,
que siempre tienen un medicamento para tu dolor.


Datos del libro:
Raro, por Iván Ferreyra, 1a ed., Villa María, El Mensú Ediciones, 2012, 170 p.; 20x14 cm, (Ciudad y río; 14). ISBN 978-987-1894-02-4

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